Dejamos para la Reflexión este interesante articulo que trata de explicar el porque del estancamiento del movimiento del cooperativismo en el Perú, donde una vez observamos que no bastan los buenos deseos y las magnificas intenciones, sino que es necesario saber los verdaderos alcances y principios filosóficos del Mov Cooperativista.
Existe un libro en el Perú olvidado por muchos, pero con significativas repercusiones hasta el presente. Del ayllu al cooperativismo socialista fue publicado en 1936 por el sociólogo y político Hildebrando Castro Pozo.
Castro Pozo fue diputado al Congreso Constituyente en 1931 y militó años en el Partido Socialista (fundado por los herederos políticos del pensador José Carlos Mariátegui, sin relación con el actual Partido Socialista que dirige la ex actriz y abogada feminista Susel Paredes) o Partido Socialista “Auténtico”. En 1945 fue electo senador, pero la muerte lo sorprende.
El sociólogo era gran admirador del Tahuantinsuyo, especialmente de las comunidades o ayllus que los indígenas organizaron para vivir, socializar, trabajar e intercambiar en el antiguo imperio incaico. Castro Pozo creía encontrar un paralelismo entre esa forma antigua de organización socioeconómica y las cooperativas surgidas en Europa desde el siglo XIX. Apelando a postulados de economía marxista, estaba convencido que un régimen socialista promotor del cooperativismo era adecuado para la sociedad peruana, donde trabajo y propiedad comunales aún influían en las relaciones de intercambio y producción.
El APRA impulsaba el cooperativismo como partido político, pero Castro Pozo creyó que el poder público era quien debía hacerlo. El tiempo demostraría su craso error: durante las décadas de 1970 y 1980 el Estado promovería y defendería el cooperativismo y el resultado fueron cooperativas quebradas, burocráticas y corruptas. El Perú tuvo una mala experiencia cooperativista. ¿Por qué?
Simple: Castro Pozo obvió todos los principios del cooperativismo: libre adhesión y libre retiro, control democrático, neutralidad política, eficiente gestión administrativa, afán de lucro y neutralización de activos y proactivos. Todos esos principios fueron violados por el Estado en el interés político por seguir las tesis de Castro Pozo. Sólo las cooperativas surgidas antes de la intervención estatal o que después de ella sus miembros libremente decidieron mantener el modelo cooperativo sobrevivieron y se consolidaron.
Algo similar pasó con el mutualismo: el sistema de mutuales, de inspiración anarquista, nació de la mano del político y hacendado Pedro Beltrán en 1957. Durante un tiempo, las mutuales (de vivienda) ganaron prestigio y aumentaron en número e integrantes. Cuando el Estado consideró que era deber apoyarlas, las arruinó. Por ignorar los principios del mutualismo (adhesión voluntaria, iniciativa privada y libertad de empresa, neutralidad política, organización democrática, aporte acorde con los servicios ofertados, capitalización social de las ganancias), las mutuales se degradaron y destruyeron.
En el presente, parece que varios políticos del APRA, Acción Popular y el Partido Nacionalista han releído el libro de Castro Pozo e insisten en que el Estado vuelva a promover la formación de cooperativas, como si fueran una forma de empresa superior a las sociedades mercantiles y los trabajadores peruanos las pidieran a gritos.
Qué mal legado literario.
El APRA impulsaba el cooperativismo como partido político, pero Castro Pozo creyó que el poder público era quien debía hacerlo. El tiempo demostraría su craso error: durante las décadas de 1970 y 1980 el Estado promovería y defendería el cooperativismo y el resultado fueron cooperativas quebradas, burocráticas y corruptas. El Perú tuvo una mala experiencia cooperativista. ¿Por qué?
Simple: Castro Pozo obvió todos los principios del cooperativismo: libre adhesión y libre retiro, control democrático, neutralidad política, eficiente gestión administrativa, afán de lucro y neutralización de activos y proactivos. Todos esos principios fueron violados por el Estado en el interés político por seguir las tesis de Castro Pozo. Sólo las cooperativas surgidas antes de la intervención estatal o que después de ella sus miembros libremente decidieron mantener el modelo cooperativo sobrevivieron y se consolidaron.
Algo similar pasó con el mutualismo: el sistema de mutuales, de inspiración anarquista, nació de la mano del político y hacendado Pedro Beltrán en 1957. Durante un tiempo, las mutuales (de vivienda) ganaron prestigio y aumentaron en número e integrantes. Cuando el Estado consideró que era deber apoyarlas, las arruinó. Por ignorar los principios del mutualismo (adhesión voluntaria, iniciativa privada y libertad de empresa, neutralidad política, organización democrática, aporte acorde con los servicios ofertados, capitalización social de las ganancias), las mutuales se degradaron y destruyeron.
En el presente, parece que varios políticos del APRA, Acción Popular y el Partido Nacionalista han releído el libro de Castro Pozo e insisten en que el Estado vuelva a promover la formación de cooperativas, como si fueran una forma de empresa superior a las sociedades mercantiles y los trabajadores peruanos las pidieran a gritos.
Qué mal legado literario.
Por : Gian Carlo Orbezo Salas
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